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Y un ministro sale del baño

Publicado: julio 30, 2010 en Actualidad
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Y en el AVE decido ir al baño. Ocupado. Espero. Ruidos típicos de baño de tren. Espero. Y al fin se abre la puerta. Un tipo sale. Me mira. Le miro. O lo que es lo mismo: cruce de miradas. Y resulta que la cara del tipo me suena. Es como si una foto del periódico me saliera al encuentro. Celestino. Si. Celestino Corbacho. Viene desde Madrid. Y resulta que los dos tipos que nana sentados uno a mi izquierda y otro delante son sus escoltas. El ministro de Trabajo que viene de Madrid después de haber combatido el paro flexibilizando el despido, sale de hacer sus ministeriales necesidades. Pura democracia: un imbécil como yo usando el mismo inodoro que el ministro flexibilizador del ramo.
Llega el tren a la estación de Salou, Tarragona, Port Aventura. El ministro, sus acompañantes, uno con pinta de sindicalista reciclado en asesor ministerial, y los guardaespaldas, bajan. Una señorita de RENFE espera con un carrito. Cargan los bultos. Y el ministro que es socialista, obrero y español es el que empuja el carrito flexibilizando a la señorita de los trenes.
Un merecido descanso en Port Aventura. Seguro que lo primero que hace es subirse en la Estampida.

Anoche la luna se acuesta en mi cama. Ventajas de dormir con la persiana abierta y que el cielo esté ahí, oscuro, y la luna ahí, mirándome. Se ha debido de marchar pronto porque luego ha venido la pesadilla. Y el dormir inquieto. Y eso que el calor ha remitido y he podido apagar el ventilador. Y luego, al despertar, no es el dinosaurio. Es la pesadilla lo que está ahí y es la pesadilla que es la realidad lo que está ahí, en noticias llegadas desde el viejo transistor (ya tiene 30 añitos). Escucho hablar, cómo no, de crisis. Y de la necesaria, según algunos, regulación del mercado laboral. El PSOE presenta hoy en el Parlamento su texto. Y dice que lo ha reformado algo (según las malas lenguas lo que ha hecho es intentar tender puentes hacia el PP: imbéciles, cómo si no supieran que por mucho que le hagan el trabajo sucio a la derecha azul, ellos ya son pasado y lo que es peor, han vuelto a demostrar que son capaces de todo, incluso de seguir arruinando la idea de la izquierda con tal de mantenerse). Se abre el debate entre los participantes en la tertulia. Y escucho alguna voz que parece decir que esto es poco todavía, que hay que darle más seguridad al…, ¿trabajador?, no, claro que no. Al empresario. Entrevistan a Jesús Membrado, que si no recuerdo mal era (aunque seguro que está al día en su cuota sindical) de UGT. Defiende la reforma laboral y dice que han mejorado cosas, como por ejemplo aclarar las razones objetivas de despido. Así, si un empresario dice que ha tenido menos beneficios, podrá despedir. Eso sí, el trabajador podrá llevar al juzgado el asunto y será un juez el que decidirá. Genial. Y lo más genial todavía. En el curso del programa de radio, el moderador señala que las principales empresas de este país han declarado que el año pasado, el ejercicio pasado, tuvieron más beneficios. Sólo BBVA y Banco de Santander declaran haber ganado menos . Ganado menos. Subrayo lo de ganado por si las moscas. Y entonces, en el sopor del despertar y en el cabreo de la pesadilla que me está aguardando antes de tomarme el café (y soy de los que están de mal genio hasta que toman el primer café), pienso:

  • En esos millones de personas de este país y en esos muchísimos millones de todo el planeta que en este momento, con la mirada abatida están diciendo que qué demonios, que ellos también quieren estar en crisis como esas grandes empresas.
  • En los funcionarios que declararán ganar un 5% menos en solidaridad con BBVA y Banco de Santander.
  • En ese futuro parado que ahora sabe que hay razones objetivas para que le echen a la calle. Su empresa ha ganado un 2% menos.
  • Y en la pregunta del millón. Si tener menos beneficios (ganar, pero menos) es una causa de despido, ¿tener beneficios (ganar más) será obligación de contratar a más personas?

Y una voz me dice demagogo. Y entonces me levanto con ganas de romperle las narices a esa voz. Y como no la encuentro me voy a desayunar. Y luego a fumarme el cigarrillo malo para la salud y que me va a matar, pero qué demonios, si no me mata el cigarrillo lo hará esté gobierno o el que vendrá porque considerarán que el país ha tenido menos beneficios y hay que despedir de la vida a unos cuantos. Joder con el dinosaurio.

Y mientras fumo vuelvo a viejas costumbres. Abro el libro de Zygmunt Bauman Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias. Tremendo. léelo. Y si quieres acercarte a este autor a través de algunas de mis lecturas puedes ir a aquí y aquí.. Y soy yo el que leo en voz alta:

«La llamada Generación X de hombres y mujeres jóvenes nacidos en la década de 1970, sabe de dolencias ignoradas por anteriores generaciones (…) Y tiene razones nuevas para sentirse enojada, perturbada y, con frecuencia, ofendida, por más que psicoanalistas y sanadores electos, siguiendo las inclinaciones naturales que todos compartimos, recurran prosaicamente a los diagnósticos que mejor recuerdan (…) Uno de los diagnósticos más al uso  del desempleo. (…).

La generación Y cuenta con abundantes razones para sentirse deprimida. Mal acogida, tolerada a lo sumo, decididamente relegada al puesto de destinataria de la acción socialmente recomendada o tolerada, tratada en el mejor de los caso cual objeto de benevolencia, caridad y piedad (cuestionadas como inmerecidas, para hurgar en la herida), mas no de ayuda fraternal, acusada de indolencia y sospechosa de intenciones inicuas y tendencias criminales. (…) Así pues, ¿por qué habrían de respetar los empleados súbitamente descalificados las reglas del juego político democrático, si las del mundo laboral se ignoran de forma descarada?» (págs. 22-26)

Y sí. Demonios. Y un temblor recorre mi espina dorsal. Alguien está encendiendo la mecha, pero no sabemos cómo estallará el explosivo. Y un temblor pardo, que marca el paso, que grita y que da vivas a la muerte, recorre mi espina dorsal.

Dejo el libro de Bauman. Y me topo, un estante más arriba, con la novela de Paul Smaïl Alí el Magnífico. Casi un Viaje al final de la noche de las cités francesas, de esos extrarradios que también son en nuestras ciudades. Debería escribir algún día sobre esta novela. Lo prometo. En ella, casi al principio, la voz del narrador declara sin duda alguna que haga tambalear sus palabras: «Y nosotros podemos parecernos a la imagen que tienen de nosotros»

Pienso en la imagen que se está proyectando de los jóvenes. Y que éstos sean como Alí y acaben diciendo que, vale, bueno, así son las cosas si así queréis que sean. Nos pareceremos totalmente a eso que decís que somos. Temblad, malditos.


Fallen Angel

Publicado: julio 28, 2010 en cartas desde el silencio, MUSICAL BOX
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Fallen Angel. Ya sabes. Soy un ángel al que le amputaron las alas. Has podido tocar el muñón de lo que fue el ala derecha. Y tal vez por eso esta canción del Rey Escarlata siempre ha estado entre mis preferidas. Y mira que me resulta difícil elegir una, sólo una, porque King Crimson protagonizaron nuestros sueños adolescentes y de la primera juventud. Envidiábamos a Robert Fripp. El mago. El rey.

La canción es de 1974. Ya ves: a -4 en la rampa de lanzamiento. Y volé con ella a lomos de una ventana en el edificio Torresol, diez pisos por encima del suelo, en la habitación de Pedro. ¿Quién vivirá allí ahora? ¿Cuando entre en esa habitación por la noche y la deje a oscuras y abra la ventana se oirán nuestras músicas, se escucharán  todos los sueños que alimentamos en aquellos días de islas, de Red, de cortes de reyes escarlatas, de viajes en el Poseidón…

Hoy es un paréntesis en el viaje hacia la luz del norte. Mi cuerpo está raro. Los ángeles no podemos abusar del mar. Se nos meten canciones de sirenas en los oídos y si no las sacamos a tiempo nos generan estallidos de supernovas. Pero quería pasar por aquí un momento por si acaso tú pasas por aquí un momento y así enviarte esta canción de unos años en los que todo, todo, parecía que iba a ser tan distinto. El dictador bajito andaba ya de morirse. Y visto que no éramos capaces de echarlo antes, pues teníamos que confiar en la naturaleza y su bondad. A los 17 años quería comerme el mundo y llegar a ser lo que no sabría explicarte. Al final, ya ves, me quede en un ángel caído. Con muñón en vez de alas.

Niels Pete Molväer. El primer disco que conocí de él me entusiasmó. Era sonido ECM. Era portada ECM. Era aquello que siempre me ocurría con los discos producidos por Manfred Eicher: desataban un torrente de relatos en mi interior. Lástima que sea torpe con las palabras. Creo que de algunos de esos discos habría podido extraer esa historia que siempre he querido escribir.

ECM representa un momento de mi biografía musical. ¿Qué año fue? ¿1977? Busco la fecha de edición del disco Arbour Zena, de Keith Jarrett. 1975. Pero tal vez yo lo conocí en el 76 o en el 77. Desde entonces, sabes, el sonido más bello después del silencio ha alfombrado muchas de mis horas. Es cierto, también ha habido decepciones. Y dónde no las hay. Por cierto, ¿sabes que ECM son las siglas de Experiencias Cercanas a la Muerte en inglés?. Demonios. Eicher. Officium tenebrae

Niels Peter Molvaer. Llego a él con Khmer. Sorprendo a unos profesores noruegos que visitaban el instituto donde yo me encontraba. Estoy en clase de Comunicación Audiovisual. Me los meten en el aula. Les estoy mostrando a los alumnos cómo jugar a hacer montajes sonoros. Curioso: les cuesta, les cuesta mucho; escuchan música, ven imágenes, consumen audiovisuales, pero les cuesta ponerse a investir de sonidos un relato visual para crear un relato audiovisual, más complejo que el puramente visual (ya dicen que el cine nunca ha sido sin sonido, mudo sí, pero sin sonido no). En un momento dado, y no por los noruegos sino porque así lo tenía preparado, construyo un pequeño montaje con música de Molvaer. Recuerdo la cara de extrañeza de esos profesores. ¿Conoces músicos noruegos?. Bueno, sí. Supongo que estamos en el sur del norte, pero a pesar de eso conocemos muchas cosas.

Y ahora el sonido de una presencia. Me recuerda en algo a esa foto de uTk. La que ves arriba. Molvaer: La trompeta de Molvaer es evanescente. Lo que construye es nube. Una vez más lo frío, lo nocturnal, resulta cálido. Escucho Presence. Y estás ahí. En un recodo dibujado en el laberinto por esa trompeta. Me resulta agradable. No diré que no sienta un pinchazo de dolor porque toda ausencia cuando es presencia duele y gusta. No se puede escapar de ella. Y ahí me quedo, con un dolor de oídos y el rumor del mar. ECM. ¿Experiencias cercanas a la muerte? Ufff.

LA BANDA SONORA DEL POST ANTERIOR

Publicado: julio 27, 2010 en MUSICAL BOX
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Es una lástima. Se escucha bastante mal; pero aparte de que es una canción que escucho muchas veces (entre otras cosas porque el texto de Gil de Biedma me parece preciso, muy preciso), creo que hoy puede ser la canción del día. Entre otras cosas porque si antes iba de desencanto, ahora hay que decir que podemos estar desesperados, desencantados, pero con elegancia.

No voy a escribir más sobre la canciòn. El texto de Biedma y la voz de Loquillos son más que suficientes. Además creo que este blog pasará al libro ése de records tontos por ser el menos visitado de todos los tiempos. Y hoy, que veo que hay cero visitas, la verdad es que no me apetece hablar solo.

Pessoa escribió un hermoso, intenso y duro libro titulado “El libro del desasosiego”. Ahora, llegados a este punto del siglo XXI, el siglo que debía haber sido el escenario de los sueños después de la larga pesadilla del XX y que, por el contrario, está siendo la confirmación de la hegemonía de la pesadilla, alguien debería escribir El libro del desencanto.

Desencanto. Recuerdo la dura película de Chávarri que si no has visto debieras ver.

Desencanto. Puede que fuera hacia finales de los años 80 del siglo pasado cuando algunas voces empezaron a hablar del desencanto que empezaba a asomar en la población española de la Transición. No sé. Tal vez fuera así; pero el devenir de las cosas no indica que de verdad la población española se haya sumido en el desencanto. Más bien se, nos, hemos acomodado al signo de los tiempos: vive y no mires hacia ningún lado; la salvación pasa por ser uno el primero en salvarse; todo el poder para los gadgets; la alegría de vivir te la proporciona el Corte Inglés; el espacio público es una gran superficie comercial con aire acondicionado y guardias de seguridad.

Desencanto. Buscad los itinerarios del sentido que late en esta palabra que aúna estética y ética.

Y es cierto, tal vez yo esté ahora mismo instalado en el desencanto, a pesar de los gadgets y de la vida cómoda. Podría escribir sobre esto, pero hoy me siento torpe, muy torpe. Hago sonar Los olvidados. Loquillo. “Ahora que las palabras carecen de valor. Y ese frío desencanto sustituye a la pasión.” Y recuerdo el comienzo de la novela de la que ayer te hablaba, Soleá, de Jean Claude Izzo. Allí donde se habla de Bruno, un tipo del 68 que vivía al ritmo de uno de los lemas más hermosos que se hayan pronunciado nunca:

“Corre, camarada, el viejo mundo te persigue”

Yo nunca vi los muros de París hablando, gritando, exigiendo. Y tú, por ejemplo, tenías aún que esperar 10 años para nacer.

Alain Resnais filmó una dulce y triste (al menos así la recuerdo, pero ya sabes, el cristal de hoy tiñe las imágenes de la memoria) película. “Jonás que cumplirá 25 años en el año 2000”. Qué será hoy de Jonás, con sus treinta años.

Vuelvo a Izzo que nos dice que Bruno “había corrido en todas las direcciones, en mayo, en junio, sólo por no verse atrapado en la felicidad del viejo mundo, los sueños del viejo mundo, la moral del viejo mundo. La estupidez y el asco del viejo mundo”. Y muy pronto, muy pronto, Bruno llegó a esa certeza que es la mía ahora:

“Bruno supo que no había corrido lo suficientemente rápido. El viejo mundo les había cogido”

Y sí. Yo tampoco he corrido lo suficientemente rápido. Es más, creo que ni he corrido. Puro simulacro. Miro el periódico. Paseo por la calle. Escucho las conversaciones en las terrazas, en los bares, en la sala de profesores, en las juntas de evaluación… Y no, no he corrido lo suficientemente rápido. ¿Qué hacer ahora? Cualquier cosa menos lamerse las heridas. Eso lo tengo muy claro.

Y sí, tal vez De Luca tenía razón al decirle a Fabio Montale: “Sí, yo creo que nos pasamos el tiempo perdidos y cuando nos volvemos a encontrar ya es demasiado tarde”.

Hoy las arrugas son cicatrices. El pelo cano que va ganando terreno, un paisaje helado. La mirada, un telescopio roto.

El desencanto.

Puede que este blog se interrumpa por unos días. Ciertos problemas con mi maquinaria interna.

Y es esta mañana. Tal vez cuando escribo un e-mail a Jean Claude Izzo. Ya sabes, una de esas estupideces mías. Escribir a gente, de vez en cuando, a gente que no conozco, que no me conocen y a las que, evidentemente, les importa un comino lo que pueda decirles o no. Sí. A veces me da por ahí. Y entonces Jesús y yo le mandamos una pregunta al Papa (que no responde, y es que la pregunta era difícil: qué demonios pasa con el limbo, pues si se lo cargan ya nos dirán dónde nos encontramos tipos como Jesús y yo que siempre, siempre estamos en el limbo); o yo solito le mando una diatriba a Zapatero (pero desde la página de presidencia del gobierno me piden unos datos que cuando ya he rellenado y voy a enviar, el navegador me advierte que esa página no es de fiar; me lo temía); o yo solito que le escribo a Obama y desde entonces no para de mandarme mensajes (me felicita el año nuevo, el 4 de julio, me habla de Ted Kennedy o del programa de salud pública que defiende…, y siempre me pide dinero. Joder: que el presidente de la llamada nación más poderosa del mundo te pida un donativo me hace muchísima gracia). Bueno, pues hoy tocaba escribirle a Izzo porque había terminado su trilogía con Fabio Montale como protagonista (ver post de esta mañana) y quería despedirme de Fabio, un tipo que me cae simpático y al que en algunas cosas creo parecerme (en que es un chapuzas sentimental, por ejemplo).

Y sí, tal vez haya sido eso, el decirle adiós a Fabio y entonces… Entonces emerge la canción. Yo tenía preparada otra, pero cuando estoy nadando, solo, en un mar que sigue siendo musical y tierno, escucho el rumor de Evr’y Time I say Goodbaye. Hermosa canción. No buscaba esta versión, pero no he encontrado la que buscaba.

Sí. Es así. Cada vez que se dice adiós, uno se muere un poquito. Demonios, he de confesarlo. Estoy nadando pensando en la canción y de repente me digo que en España tenemos nuestra propia versión. Sí, aquello de algo se muere en el alma cuando un amigo se va. Ya ves. Versión cine de barrio o versión terciopelo azul.

No puedo evitar sentir que este es un verano en el que el adiós sobrevuela las horas, los días. Por ejemplo debo aprender a decir adiós al enterrador. No es fácil. Pero imagino que habrá otros adioses que serán más de morirse un poco. Ahora recuerdo una metedura de pata. Cuando te paso esa canción de Jane Birkin (que no es de ella, por cierto), Comment te dire adieu. Y tú que me preguntas si es que estoy buscando la manera de decirte adiós. Mierda. Ya lo decía el vienés intempestivo: si uno quiere decir algo y no arriesgarse a ser malinterpretado, lo mejor que puede hacer es dar un paso adelante y callarse.

La canción es bella. La canción tiene ese puntito de ternura, de tristeza, de sentimiento a flor de piel que uno no puede evitar pensar que muchas veces a lo largo de su vida ha sido así.

Qué mejor que un Coltrane, a seis años de decir adiós prematura y definitivamente y dejarnos un poco más solos (yo tenía sólo 10 años cuando él murió y no sabía entonces que ya me estaba empezando a faltar alguien), para inyectar en el viento de esta tarde, mientras veo un mar azul salpicado de velitas blancas, una hermosa canción del gran Cole Porter.

Everytime we say goodbye
I die a little
Everytime we say goodbye
I wonder why a little
Why the gods above me
Who must be in the know
Think so little of me
They allow you to go

When you’re near
There’s such an air
Of spring about it
I can hear a lark somewhere
Begin to sing about it
There’s no love song finer
But how strange the change
From major to minor
Everytime we say goodbye

There’s no love song finer
But how strange the change
From major to minor
Everytime we say goodbye

SOLEÁ, UN LIBRO

Publicado: julio 26, 2010 en Reflexiones en voz alta

¿Existe algún escritor sueco que no se dedique a la novela negra? Parecería que no, al menos por lo que los estantes de novedades de las librerías, las páginas de libros de los periódicos, señalan. El fenómeno sueco. Pero no voy a escribir sobre suecos de verbo negro. Sí sobre novela negra, y más en concreto sobre la última que he leído: Soleá, de Jean Claude Izzo.

Pero antes un pequeño pórtico sobre las modas. Que la novela negra está de moda es algo más que evidente. Y sí, que algo se ponga de moda tiene sus consecuencias positivas. Podrás encontrar una abundante oferta de productos. Subrayo lo de productos porque entre otras consecuencias negativas, la moda tiene una que es altamente perjudicial para la salud: convertir todo en producto, en mercancía. Y en la era del consumo masivo e indiscriminado, de ese consumidor voraz que sólo quiere más y no le importa demasiado la calidad de lo que consume, hay que saturar el mercado, hay que poblarlo de productos y más productos, mercancías que puedan atrapar a ese consumista compulsivo que nunca estará satisfecho si no se le promete más.

Esto hace que muchas de las novelas que amueblan las repisas de novedades para entrar en ese circuito de alta velocidad que nos lleva del libro al libro de bolsillo en apenas un instante (salvo que el autor sea un best seller o ya esté consagrado por la crítica y entonces su cotización sube y entonces el viaje hasta el libro de bolsillo se dilata), sean productos de ocasión. Y sí, es cierto, me dirás que los productos de ocasión no tienen que ser necesariamente malos; pero tú y yo sabemos que en los mercadillos y en las plantas de oportunidades y gangas, la ocasión suele ser una excepción. Novelas negras escritas desde lo que a simple vista sería un respeto sagrado por los códigos del género; pero que a la postre suele ser una falta de creatividad que conduce a los autores en pos del éxito editorial a usar las fórmulas rituales convirtiendo casi siempre esos códigos en simples tópicos. En el caso de la novela negra la lógica del mercado se suma a un prejuicio que, ahora maquillado, parece ser difícil de erradicar. La novela negra es un género fácil. Dicen. Tan fácil que para muchas mentes sesudas les cuesta aceptarlo como género literario mayor. Escribir una novela negra, piensan, es coser y cantar. Un poquito de aquí, un poquito de allí y ya está. Personajes que no has de inventar, tan sólo debes usar uno de los modelos que están a tu disposición. Tramas que tienes que procurar, tan sólo, ponerlas al día y darles un poquito de chispa; pero no te preocupes, la gente, acostumbrada a series televisivas de policías en las que capítulo tras capítulo, temporada tras temporada las tramas se repiten, los finales son fáciles de adivinar, etc., no va a pedir demasiado. Son poco exigentes los lectores de novela negra, dicen. Sólo les importa el entretenimiento.

Ah, la moda. Lo malo de la moda es que logra pervertir el horizonte que animó a quienes soñaron con ser modernos, de verdad, con una Modernidad como proyecto. Lo nuevo convertido en mera novedad.

La novela que acabo de leer, Soleá, es novela negra; pero está escrita antes del boom. Data de 1998, aunque en España ha tenido que esperar a 2005 para ser editada. Su autor, Jean Claude Izzo, no es sueco. Es francés, pero uno de esos franceses peculiares, hijos de la inmigración: su padre era un camarero italiano; su madre, una costurera española. Así, en la obra de Izzo, al menos en lo que conozco, la trilogía que se cierra con Soleá, lo italiano, más que lo español, está presente. Como está presente la mirada de ese que se sabe un otro. Francés, pero otro.

Y sí, también en ella uno encuentra, de vez en cuando, el tópico, el lugar común usado como clave de género, pero es fácil perdonarle esto por el sentido global de la obra. Una obra que cierra una trilogía que tiene como nexo un personaje protagonista, un perdedor, alguien que se parece a ese Sueco de una película de cine negro cuyo título, en este momento, se me escapa. Maldita edad. Pero también está la ciudad, Marsella, que no es un simple telón de fondo para la acción. Marsella es la otra gran protagonista de la novela. Marsella y su decadencia. Marsella mestiza. Marsella contradictoria: Frente Popular y cités pobladas por voces del norte de África que se mezclan con sonidos venidos de Italia o de España. Marsella, y viejos militantes comunistas fieles a unos principios que están más allá de los muros que se caen. El Sur del Norte.

A través de la vida de Fabio Montale, ex delincuente juvenil sin vocación; soldado de fortuna en África; policía justo que acaba vomitando su fracaso que es el fracaso del sistema, un sistema podrido, corrupto,vendido, mafioso, y que termina como simple perdedor que arrastra su devenir entre muertes, luchas, ideales, sueños, amor, soledad… Pero las tres obras de esta trilogía, aunque especialmente la última, son también obras corales pobladas de personajes que viven en la ternura y en el desengaño, en la tristeza digna y en la permanencia de unos ideales.

Jean Claude Izzo, militante comunista, se sitúa en una de esas líneas maestras del género. Ser denuncia. Y en este caso la denuncia tiene un marcado sesgo político. ¿Podría ser de otra manera? La Mafia, sí. Todas las mafias, sí. Pero sobre todo quienes permiten que ese arácnido pútrido y venenoso se extienda sin problemas, se convierta en el símbolo de la globalización más pura y más dura. Y la justicia dividida entre quienes sí quieren combatir este cáncer de un tiempo decadente (y entre ellos aparece Garzón, sí, el superjuez estrella puede apuntar en su hoja de servicios el aparecer en Soleá, como un cameo de película) y los que se han vendido. Y la policía, instrumento ciego al servicio de quien manda. Y el poder político. Vendido más que rendido.

En Soleá, sobre todo, hay más. Están las reflexiones en torno al amor. Soleá como tratado sobre el amor y el desamor. Como en las otras novelas podía ser la inmigración y la trampa de la integración o el ataque sistemático a una ciudad que ya está siendo vencida: signo inequívoco de la victoria de un mundo feo, sin principios, sin valores. Como estoy seguro de que dedicaré algún post más a la obra de Izzo, a algunos aspectos concretos de esta obra, voy a terminar aquí esta entrada.

Soleá. ¿Has escuchado la canción de este título interpretada por Miles Davis? Búscala. Escúchala. Lo que leerás, si te adentras en la obra de Izzo, es eso que está sonando. Ah, en este caso el orden de los factores es importante, así que empieza por la primera, sigue por la segunda y espera al desenlace en Soleá.

Primer paso: Total Khéops.
Segundo paso: Chiourmo.
Tercer paso: Soleá.

Fabio Montale ya forma parte de mi memoria, de mi historia, de la sombra del nómada que nunca he sido.

MY WAY

Publicado: julio 25, 2010 en cartas desde el silencio, MUSICAL BOX
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Transgresión es una palabra que alguna vez significó algo. Luego, la transgresión se convirtió en moda, en parte del juego, en parte del espectáculo. Y así, todo gira según el plan establecido.

My Way era algo más que una canción. Tal vez lo siga siendo. May Way era un símbolo. Un cuasi himno: el american way of life (express). Frank Sinatra cantándola. Y tal vez él era el primer transgresor. Al fin y al cabo Sinatra  su clan de amigos (que, por cierto, me caían simpáticos, qué le voy a hacer, penaré esta culpa de alguna manera) eran la visibilización del poder de la Mafia que dejaba de ser la cosa nostra para convertirse en la Cosa S.A., capaz de poner gobiernos, capaz de derribar gobiernos, capaz de…

Pero de repente aparece Sid Vicious.

Y May Way parece ser otra cosa. La otra cara de la moneda. No sé. Sid ya era un muñeco en manos de la industria. El Punk había muerto aunque seguían y siguen viéndose punkies. Había muerto como mueren las transgresiones culturales, artísticas etca: por sobredosis comercial, el mercado lo vampiriza todo. Pero My Way cantada por Sid era, tal vez, un grito agónico. Un a mi manera que es ésta y ya está.

Sí. Siempre a mi manera. Pero es tan difícil conseguir que tu manera sea de verdad tuya. Ahora vivimos, así lo siento, tiempos de derrotas. Y por eso, quizá, me acuerdo de My Way. Me siento como un Sid Vicious, pero no el que estamos viendo en el esenario. Ése no. El que se deja arrastrar entre bambalinas, el que hude su mirada derrotada en el espejo de un camerino que es catafalco. Vaya. Sí. Es cierto. Resulta que hoy es domingo. Perdón por esta interferencia.

Y ahora, el final está aquí,
Y entonces enfrento el telón final.
Mi amigo, lo diré sin rodeos,
Hablaré de mi caso, del cual estoy seguro.
He vivido una vida plena,
Viajé por todos y cada uno de los caminos.
Y más, mucho más que esto,
Lo hice a mi manera.

Arrepentimientos, he tenido unos pocos
Pero igualmente, muy pocos como para mencionarlos.
Hice lo que debía hacer
Y lo hice sin exenciones.
Planée cada programa de acción,
Cada paso cuidadoso a lo largo del camino.
Y más, mucho más que esto,
Lo hice a mi manera.

Sí, hubo oportunidades,
Estoy seguro que lo sabían,
Cuando mordí
Más de lo que podía masticar.
Pero al final,
Cuando hubo duda,
Me lo tragué todo y luego lo dije sin miedo.
Lo enfrenté todo y estuve orgulloso,
Y lo hice a mi manera.

He amado, he reído y llorado.
Tuve malas experiencias, me tocó perder.
Y ahora, que las lágrimas ceden,
Encuentro tan divertido
Pensar que hice todo eso.
Y permítanme decir, sin timidez,
'Oh, no, oh, no, a mí no, yo sí lo hice a mi manera'.

Pues que es un hombre, ¿qué es lo que ha conseguido?
Si no es a sí mismo, entonces no tiene nada.
Decir las cosas que realmente siente
Y no las palabras de alguien que se arrodilla.
Mi historia muestra que asumí los golpes
Y lo hice a mi manera.

Sí, fue a mi manera.

Dedicado a todos los B.O.B.O.S. que siguen perorando con complacencia no disimulada de esta maravillosa sociedad transparente. Sociedad de la Información. Sociedad del Conocimiento.

Leído ayer en El País. Una mujer, SHIRLEY SHERROD, negra, que ocupa un puesto en la administración Obama es despedida fulminantemente. ¿Motivo?. Al parecer esta señora había demostrado una tendencia inequívocamente racista. Un discurso suyo así lo manifestaba. Puro racismo: los blancos como raza perseguida, como raza excluida. Atención América, el poder negro empieza a demostrar sus ánimos de revancha. Prepárate América Blanca, el poder negro empieza a atacar.

Que alguien que ocupa un puesto en una administración pública de un estado democrático sea castigado con la expulsión por violentar una norma constitucional sagrada, un derecho fundamental de todos los seres humanos, es algo que ojalá se practicara todos los días en todas las administraciones. Hasta aquí nada que objetar.

¿Pero cómo se ha producido esta historia?. (Casualidad. El iPad elige como canción de fondo para este momento la versión de My Way por Sid Vicious) Al parecer quien levanta la liebre es alguien que a través de Internet difunde el caso. Señala con el dedo a esa mujer. Coloca las palabras pronunciadas por ella en la red. Explica, además, que sus palabras se convirtieron en hechos: un granjero blanco fue su primera víctima, la primera víctima de la dama del poder negro. Inmediatamente (Sociedad de la Información, Sociedad del Conocimiento),  muchos periódicos, y algunos de gran relevancia, se hacen eco de la noticia. Denuncia. Clamor. Todo llega a oídos de los hombres y mujeres de Obama que, rápidamente, deciden actuar con contundencia. Que no se diga de ellos. Que no se diga que protegen el racismo y, mucho menos, que una administración presidida por un presidente mulato mira hacia otro lado para evitar sancionar a una mujer negra que ha cometido una falta gravísima, si no un delito. Solución: el jefe de esta mujer la destituye inmediatamente.

Pero…

Ella no ha cesado de explicar que todo es mentira, que las palabras de ella que han reproducido unos y otros como prueba de cargo son un montaje, pues se ha mutilado su discurso para hacerle decir lo que nunca dijo. Es más, insiste que ella no ha causado daño alguno a ningún granjero blanco y que, contrariamente a lo expuesto, el granjero presuntamente discriminado no sólo no lo fue sino que recibió ayuda por parte de esta mujer. Una ayuda que le permitió salvar su granja.

¿Alguien la escucha? No. Bueno. Normal. Qué va a decir ella. Ya sabemos. Todos los corruptos hacen lo mismo. Por ejemplo Fabra sigue insistiendo en que le ha tocado la lotería no una, varias veces, y que esa es la razón de esa fortuna de difícil explicación.

¿Pero alguien investiga los hechos? ¿Alguien verifica la verdad de lo denunciado? Al fin y al cabo ella ha repartido el texto íntegro de su discurso para demostrar el montaje. Pero la red ya está en marcha. La transparencia es total. La verdad reluce más que todos los jueves que relucen más que el sol. Nadie se ocupa de verificar los hechos. Secuencia de la sociedad de la inmediatez: www dice algo; los periódicos inmediatamente lo reproducen; alguien toma una decisión.

En la hermosa novela América, América, de Ethan Canin, hay un momento que viene a la perfección para este caso. El narrador y protagonista de la novela es un editor de un periódico. Está hablando con una becaria, joven, muy joven. Él le dice que antes de Internet, antes de la blogosfera, antes de los móviles también existía prensa. Y que entonces eran periodistas los que cubrían directamente, personalmente las noticias y que los editores, antes de publicar algo, lo verificaban. Es evidente que también existían manipulaciones, falseamientos etc. Ya he hablado de ello aquí: los medios de producción de la realidad y el poder se alían para definir el campo de juego y las normas de juego de acuerdo con unos intereses que no cuadran necesariamente con la verdad. Pero puede que lo que el protagonista de la novela está diciendo sea cierto. Las llamadas Tecnologías de la Información y el Conocimiento han hecho posible un mundo en el que la instantaneidad se convierte en norma. Todo ya y ahora. Deprisa, deprisa. Que no nos pisen la noticia. Sociedad de instantes, sociedad de la instantaneidad. El café instantáneo es un café soluble. Se disuelve y, además, no sabe casi nada a lo que sabe el café bien hecho.

El conocimiento y la transparencia se convierten en juegos de manos. Baratos. Sin brillo. Pero eficaces. Salga usted a Internet. Difunda un bulo. Ya ha fabricado una verdad. A partir de ese momento la rueda se pone en marcha y el mundo deja de ser un poco más humano y la dirección que tomamos vira un poco más hacia ese punto de la infamia que dijimos haber abandonado.

Ah. ¿Y Obama? Pues el señor Presidente de la nación más poderosa del mundo, parece que al final le ha llamado por teléfono a esa mujer para pedirle disculpas. ¿Y ya está?